Cuando me despierto en mi cama, tengo que levantarme por el lado derecho porque el izquierdo lo tapa la pared. Pero hoy me he despertado en otra ciudad, bajo el cuadro del ángel de la guarda de mi niñez, y muy pronto, y sin mis paredes protectoras. ¿Cómo saber de qué lado levantarse? Bueno, creo que fue el derecho esta vez, el más cercano a la ropa porque me tenía que vestir a toda prisa. Y luego el olorcillo entre dulzón y agrio del hospital, veo batas verdes, blancas, rosadas... ¿qué equipo juega hoy? Planta de Coronarias. Paso una mano por debajo de la sábana y hago cosquillas subrepticiamente al pie desnudo de mi madre. "¡Quita, quita, que me matas!" dice. Y yo me río, mientras la enfermera le pasa la nitroglicerina: "Como pille por ahí una jeringuilla de esas tochas verás si te mato." Me voy a la segunda planta. Cirugía interna. Unos conocidos me dicen que la tía ya tiene fecha para la tercera sesión de "quimio". Fecha y todo, qué ilusión. Qué nervios. Blanca y radiante va la novia. Hay ya tanta confianza que hasta le ponemos motes. "Quimio". "Radio". Todo tannn bonito. Me apoyo en la ventana y veo a las monjas del convento de abajo regando los geranios. Cuando mi padre (creo que eso era en Traumatología) nos íbamos paseando hasta ese ala también y nos imaginábamos historias de terror sobre las monjas, aliñadas por todo tipo de instrumentos de tortura medieval. Será la reverberación de la memoria colectiva. Ahí, dos calles más abajo, se casaron los Reyes Católicos. Ahí, una esquina a la izquierda, me casé yo. Luego me descasé, pero ya no fue en la iglesia. Vuelvo a pasearme por el pasillo, tic, toc, tic, toc, un pie encima de cada baldosa, sin salirme de la raya. Sigue el camino de baldosas amarillas. Me pongo a saltar la rayuela al lado de la unidad de Cuidados Intensivos. Ahora soy yo la que jadea. Subo corriendo de nuevo a Coronarias, no sea que me confundan con una enferma y me hagan un cateterismo. En la habitación 326 ya ha terminado la merienda de nitroglicerina. Miro a mi madre los ojos. Qué raro que sean tan azules y los míos tan castaños. ¿De qué civilización perdida se habrá escapado? "Tienes que parar", me dice. Paro. Paro en seco. Miro de nuevo hacia el pasillo, y se vuelve a encender el semáforo en mi cabeza. Sí, no hay otra. Hay que cruzar al otro lado porque no se puede parar. El mundo es inmensamente grande y hay tantas calles que cruzar... lo que pasa es que si te mueves en el momento erróneo te atropellan. Y luego acabas ahí, en Traumatología. Me siento, pensando en que tengo que cruzar, y pienso en la Tercera Avenida. Hoy sería un día perfecto para tomarme un hot-dog al sol.
sábado, junio 03, 2006
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5 comentarios:
Si todavía te apetece, conozco un sitio donde los preparan estupendamente: Mucha grasa, mucha mostaza, pan rico en colesterol... Pero no es un lugar tan mágico como Third Avenue. No podría ser tan perfecto.
Aunque hay sol también.
Te espero en Cardiología, comiendo pipas.
Un panorama desolador. Y, sin embargo, hacemos allí tanta falta... Un saludo
Asmadeus:
Oferta aceptada. Me gustan con poquita mostaza y una pizca de ketchup. Ahí nos vemos.
Isabel Romana:
Muchas gracias por tus visitas. Mi blog no tiene mucho que ver con el tuyo, pero sí con la necesidad de "estar" a pesar del tiempo.
Me doy cuenta ahora de que me levanto todos los días por el lado izquierdo.
Kafkaprocesado: Cuidadín, no se despierte usted un día en forma de escarabajo.
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