miércoles, diciembre 06, 2006

En las nubes - III

3. Dickens y los ángeles de la guarda

Por segunda vez en el día facturé mi maleta. La cola era excesivamente larga, mi sangre se había convertido en coca cola, y tenía que morderme los labios para no contarles mi vida a mis vecinos. Intenté solventarlo leyendo un libro, pero me costaba tremendamente concentrarme, y más aún tratándose de Charles Dickens. Cada descripción de las gélidas y misteriosas calles de Londres me exasperaba porque no podría pisarlas. Cada vez que el pobre huérfano Copperfield se zafaba de las garras de Mr. Murdstone, yo le alentaba a correr, correr, correr en pos de sus sueños, pero por favor, con un pasaporte en regla. Fue sólo al llegar al final de la cola cuando me di cuenta de que había estado leyendo y lanzando exclamaciones en voz alta, porque mis vecinos de atrás me agradecieron divertidos el buen rato que les había hecho pasar durante la espera.

Eran dos chicos italianos, Luigi y Enea, estudiantes de arquitectura que regresaban de unas vacaciones. Altos, guapos y morenos. Les amé desde el primer momento en que me dirigieron la palabra, y me pegué a ellos cual lapa. Ya en la puerta de embarque, les relaté mi peripecia en una mezcla de español, inglés e italiano macarrónico (valga la redundancia) que provocó lágrimas de risa en mis nuevos amigos.

Tengo que hacer un paréntesis aquí: yo soy muy tímida, y lo era más aún entonces. Mi nueva faceta de show-woman era algo tan inaudito en mí como toda aquella situación. Sin embargo, a pesar de estar totalmente ida, era consciente de mi vulnerabilidad. Del mismo modo que necesitaba un público, también necesitaba cómplices que me ayudaran a centrarme, porque temía que mi estado me hubiera convertido en el centro de atención, hasta el punto de que no me dejaran embarcar. Tuve suerte: se apiadaron de mí.

Se sentaron conmigo frente a la puerta de salida y me contaron sus peripecias en España mientras me sostenían las manos.

- Non preoccuparti. Siamo amichi.
- Claro, claro. Amichi.

Podrían haberse aprovechado de mí hasta límites insospechados, y yo –confieso- no hubiera puesto ninguna pega; pero tuve suerte: eran cabales a pesar de ser italianos. O tal vez no tuve suerte. Nunca lo sabré. De todos modos, algo me dice que fue mejor así.

Cada vez que necesitaba moverme, uno de ellos se levantaba conmigo y me “paseaba” por el pasillo como a un caniche. Me compraron agua. Me trajeron zumo de naranja (“la vitamina C è molto importante per la tua testa in questo momento”) y me obligaron a beberme dos tilas. Pero poco ganaron: mi estado no cambió demasiado. Cuando desaparecí casi media hora en el cuarto de baño pidieron a una mujer que entrara a buscarme: me encontró hablando con el dibujo Manga del espejo y acariciándome el cuello voluptuosamente.

Una vez en el avión, mis dos guardianes se las arreglaron para cambiar sus asientos por los de los pasajeros que me habían tocado al lado. Yo no paraba de hablar con mi particular potpurrí lingüístico. Ellos no paraban de hablar, para hacerme callar. Creo que nadie que volara en ese avión olvidará nunca a los tres locos de la fila 10.

El bajón del éxtasis suele aparecer aproximadamente a las dos horas, pero yo llegué a Roma prácticamente en el mismo estado en el que había despegado. Tras el aterrizaje, Luigi me quitó las gafas de sol; al verme los ojos, me las volvió a poner.

Aunque volvería en años sucesivos, aquella era la primera vez que pisaba suelo italiano. Estaba entusiasmada. La novedad pareció darle un nuevo empujón a mi estado alterado, y cada dos por tres me zafaba de mis acompañantes para corretear por los pasillos como Dorothy por el camino de baldosas amarillas. A duras penas consiguieron contenerme y llevarme a recoger la tarjeta de embarque para el avión a Atenas. Creo, sinceramente, que estaban deseando verme de nuevo en el aire. Sin ellos.

Había un retraso de cinco horas: el conductor del camión del catering estaba borracho; había abierto un boquete en la carrocería del avión y estaban reparándolo. Al parecer, no era un caso aislado (*).

Eran aproximadamente las tres de la tarde. El avión, si salía, saldría a las nueve de la noche. Luigi tenía que coger un tren a Nápoles, pero Enea se quedaba en Roma. Decidieron que, como no podían dejarme sola, éste último me acompañaría hasta la hora de mi siguiente avión. Su hermana le esperaba a la salida del aeropuerto, así que me llevaron con ellos, cual souvenir de sus vacaciones, a la zona de llegadas.

Ya por entonces me había acostumbrado al gesto de incredulidad de la gente hacia mi persona. Era algo nuevo, pero no me molestaba nada. Al contrario. Por eso, cuando Renata – la hermana de Enea – escuchó la historia y se giró para mirarme sorprendida, yo colaboré quitándome las gafas de sol y sonriendo de oreja a oreja. La chica tenía unos cuantos años más que su hermano y vestía como si acabara de atracar una tienda de Versace, y no, no parecía que le divirtiera en exceso mi presencia.

Nos despedimos de Luigi – yo me colgué de su cuello y le prometí escribir – y me sentaron mientras los dos hermanos debatían en un italiano meteórico un buen rato. Evidentemente intentaban decidir qué hacer conmigo durante las próximas cinco horas.

El “subidón” ya había empezado a remitir lentamente, pero ahora me encontraba en un estado de enajenación caprichosa e infantil. Me levanté como impulsada por un resorte y exclamé:

- Andiamo alla fontana di Trevi!

Renata me miró espantada, e hizo un gesto de esos que se ven mucho en las películas de gángsters: con la palma de la mano abierta, agitó enérgicamente y de arriba abajo la mitad del brazo, desde la mano hasta el codo. Enea me hizo sentar. Obedecí, intimidada.

Y de pronto, empecé a sentirme mal.

Me invadió un terrible sudor frío, y no sólo me costaba respirar: tampoco podía moverme. Era como si me hubieran llenado el cerebro de algodones, y me hubieran abandonado en medio de Siberia. Entre los dos me sacaron a la salida del aeropuerto para que me diera el aire.

No recuerdo bien cuánto tiempo estuve así; me sentaron en un banco, y me dieron pequeños sorbos de agua mientras secaban con pañuelos el sudor que me cubría la frente. El mundo se venía abajo de forma catastrófica, y yo con él. Estaba segura, completamente segura, de que iba a morir. Esta vez sí. Y en Roma.

También estaba completamente segura de que me abandonarían, me dejarían ahí, con un esparadrapo en la boca y un cartel colgando del cuello: SPAGNOLA. NON TOCARE.
(*) Hecho verídico, al igual que la mayoría de estos hechos. Se ruega no juzgar demasiado duramente a la autora, fue hace mucho mucho tiempo...

19 comentarios:

Anónimo dijo...

A pesar de prodigarle autentico culto a la mujer semblada por Goya, mi Dali que tantas veces me ha Salvado, y hasta nuestro venerado Magritte. Y trayendo tambien a liza a la Carmen de Bizet; a la Victoria Ocampo de Ortega y Gasset mil veces leida y, hasta las loas metamorfoseadas que de la mujer hace con su sola y propia presencia don Antonio y sus Galas y, ademanes... No me queda mas remedio que rendirle pleitesia a su nueva y vanguardista y certera definicion sincretica de la Mujer Española que, para mi suelo patrio, quiero y deseo por encima de cualquier otra: Aquella que en sintesis Avemcremanada porte de su cuello un cartel rezando: "ESPAGNOLA, NON TOCARE"

Y: ¡Ole, coño!

Dejeme que la felicite por sus atinadas y certeras maneras de comunicar, milaidy.

Suyo, Tritacorin y sus esfervescencias Guadanicas que ya se iban, no teman.

Anónimo dijo...

Sigo rindiéndome a sus pies, sin duda.
¿Que cómo llegué hasta aquí? Las horas muertas ante el ordenador, buscando blogs enriquecedores... Una cosa llevó a la otra y... Como suele pasar en estos casos. Ni más, ni menos.

Alicia Liddell dijo...

Anilibis, confiese. El conductor del catering no había probado una gota de alcohol. Usted en un descuido decidió emular a los conductores italianos confundiendo las pistas del aeropuerto con el circuito de Imola.

VANESOLO dijo...

Mi primer aterrizaje en tu blog y no se me ha ido la sonrisa mientras contabas tu "viaje". Ha sido como verlo por un agujerito. Me pasaré más a espiar.

The_Saint_Mty dijo...

Aterrizaje doble, el segundo más duro que el del avión...dabas paso al final, para iniciar un principio...Saludos!

Heriberto dijo...

Qué buena tus historias Anilibis, vale la pena leerte.

Anónimo dijo...

"Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate" un infierno está siendo la estancia en Roma... Tras el purgatorio de Barajas, espero que la protagonista de esta comedia divina llegue al Paraíso, ese sitio que queda un poco más arriba del Parnaso, el barrio donde merecidamente vive la autora.

Clarice Baricco dijo...

ahhh cómo estoy disfrutándote, deveras...qué humor! jajaja...
dudo que muera la chica, si apenas comieza la vida.
me has dejado picada, así que esperaré lo que sigue pero con ansia!!

Te abrazo y felicito tu alfabeto.

conde-duque dijo...

¡Muy buena esta historia! Yo también me he enganchado... ¿Cómo sigue? ¡Queremos saberlo!

beren dijo...

NO lo irás a dejar aquí! Qué suerte tienes! Yo no consigo acordarme de tantas cosas si me pasa la décima parte.

Miguel Sanfeliu dijo...

Seguimos la historia. La pobre españolita perdida en Roma. Qué pena me dan esos romanos.

Saludos.

Isabel Barceló Chico dijo...

Fantástica la continuación de tu aventura. Espero que pierdas el avión a Atenas y te quedes unos días en Roma, sabes que le tengo querencia. Ay criatura, ¡y qué suerte tuviste al encontrarte a esos italianos...! Besitos.

Rolando Escaró dijo...

vaya aventura! casi me dejas sin palabras

Francisco Ortiz dijo...

Buena gente esos italianos. Menos mal. Iba muy mal la cosa.

Alicia Liddell dijo...

Esa escala en Roma ya dura demasiado.

Anónimo dijo...

acabo de terminar de ver por enesima vez la pelicula sobre Hunter S Thompson, Panico y Locura en Las Vegas (Fear and Loathing in Las Vegas)

no se porque pero le encontre una torcida relacion a esta tercera parte.

como siempre genial y esperando la prox entrega.

saludos,

Anónimo dijo...

No puedo por menos que ponerte un comentario. he llegado a este blog, bitácora, diario... o como quiera que esto se llame de casualidad (como siempre, vamos) y de rebote de otros blogs..etc. Tras una primera lectura de un primer post, pues como que me hizo gracia y más que eso, me dió el pálpito de que estaba frente a una "canalla", no sé por qué pero os reconozco a la primera, bueno si sé por qué, pues porque yo tb lo soy, que le vamos a hacer!
El caso es que me he leído todo el blog, ¡joderrr!, si todo el blog, toda una tarde per... no, no pérdida no, toda una tarde entretenido (gracias por ello) y he de confesarte (es por eso que te escribo este comentario) que mi primera impresión ha quedado totalmente contrastada después de leer todo tu blog.

Si, eres una "canalla" auténtica (hacia mucho que no me topaba con una). "soy una pobre candidata para sus atenciones: trabajo en una oficina, pago a Hacienda y tengo un gato. Se me podría archivar en la N de “normal”. Es un gran gran enigma..." (este entrecomillado es tuyo, lo he sacado de uno de tus posts) hablas del "caos" de lo caótico de la vida y tu, ¿tu te estrañas de que sea un gran enigma que atraigas al caos?
...pero qué morro tienes!!, tu eres la personificación del caos, antes lo he dejado escrito, eres una "canalla" (por favor no veas nada peyorativo en esto)y las "canallas" como tu, siempre, y digo siempre, atraen al caos, como el viento a la lluvia.

No me he fijado como te llamas, pero me gustaría saberlo (soy un mitómano, perdona)y así poder decirte, mira "fulanita" eres mi ídolA (por eso del sexismo en la escritura) eres una persona , mejor dicho un tipo de persona a la que siempre me he sentido atraido. Perdona que te lo diga , todos mis amigos/gas como tu; "canallas" o están muertos o estan a muchos, muchos Km de mi, y eso me apena y me entristece. Y el encontrarte a sido superior a mi y por eso te escribo este ssstúpido comentario (sientolo).

Ahhh! mi querida amiga, algún día te diré la dirección de mi blog, diario, bitácora o como coño quiera que se llame esto y así podrás comprobar la clase de individuo que te llama "canalla".
Gracias por hacerme recordar personalidades a las que he estado muy unido, tu eres un espejo de ellas, gracias por haberme transportado hacia atras en el tiempo, gracias por todo ello. Leer tus posts es algo hípnotico, es un ejercicio de inmersión litararia, es algo placentero.

Me llamo Jody Dito (ya ves el tipo de personaje que soy) y soy un jonky de cojones y tb (he de confesar) que atraigo al maligno, mal llamado "caos"....pero puedo quitarme cuando quiera.
(te seguiré tus pasos aún a pesar de las tormentas o las nieblas, incluso si caminaran los bosques hacia mi)

anilibis dijo...

Tritácora, querido mío:
Recibo sus felicitaciones como se merecen: con alegría. No merezco tanto, oiga usted. Efervezca, efervezca como el champán navideño. No hace falta rezagarse y excusarse, oiga. Un abrazo efervescente.

Dexpatina:
Agradezco tu visita, una vez más. A veces se llega a los sitios más inesperados de la forma más inesperada – y si no, mira mi ejemplo, jajaja. Besos.

Alicia Liddell:
Eso hubiera sido infinitamente peor, porque no tengo carnet... claro que, ahora que lo dices, igual fue por eso. Ay, ay, mejor no sber.

Vanesolo:
Bienvenido y gracias por la visita. A veces está bien que te miren en medio del acto...

The_saint_mty:
Efectivamente, este es un viaje circular. No se sabe cuál es el principio, dónde está el centro y sobre todo – lo peor – cúal es el final. O tal vez un viaje dentro de un viaje. Saludos.

Heriberto:
Vaya, muchas gracias. Voy a pasarme por tu blog y leerte, que a mí también me gusta que me cuenten historias...

Augusto López:
Augusto caballero, tenéis razón: si Dante levantara la cabeza habría colgado el mismo cartelito. Parece que el siguiente círculo es aún más siniestro.... ¿quién sabe? Pero no abandonemos la esperanza aún.... reverencias.

Clarice:
Creo que la pobre ha muerto un poco... de vergüenza. Pero ah, todos tenemos nuestro río Estigio que cruzar. Me alegro de que te guste la historia. Saludos.

Beren:
Claro que no se queda aquí... mientras la memoria no falle esto acabará (bien o mal, ya lo veremos). Pero sigue, sigue... aunque espero que no se extienda al infinito. Besos.

Miguel:
Lo mismo me digo yo, lo mismo... qué penita. Saludos.

Isabel:
Me hubiera gustado seguir en Roma... la verdad es que lo vi como una posibilidad. Pero... tal vez no era el momento. ¡No tenía billete de vuelta! Y la historia estaba lo suficientemente enmarronada de por sí. Volví, claro que volví, no lo dudes. Lo que pasa es que fue un viaje “civilizado” y no hubo tanto que contar. Prefiero tus historias épicas y tus periplos por el universo mágico y mitológico. Besitos.

Digler:
Por dios, no enmudezcas por mi culpa, que bastante mal me siento ya... con lo bien que sienta hablar y hablar... muchas gracias por tu visita.

Francisco:
Vaya, qué foto más apolínea. Sí, menos mal. Hubo suerte... pero... ¿pensarían ellos lo mismo? Un abrazo.

Sal paradise:
Ja, ja, ja... cuando vi esa película me acordé de aquel viaje. Saludos.

Jody dito:
Bueno, bueno.... me he quedado de piedra. Muchísimas gracias por tus palabras, de verdad. ¿Canalla? Tal vez. Eso se lleva en los genes, y los genes no saben de protocolo.
Me llamo Alicia, como podrás ver en mi perfil. No me he devanado los sesos buscando un seudónimo porque... qué diantres, me gusta mi nombre. Encantada pues, y bienvenido a mi humilde morada.

Veo que tenemos un amigo en común: el caos. Yo intento mantenerlo un poquito a raya, pero eso es porque ya he aprendido a hacerlo. Me pregunto cómo te llevas tú con él. Ya me contarás. Aquí estaré, y no dudes que te visitaré también. Besos.

anilibis dijo...

Conde-duque:
no pretendí pasarte por alto... gracias muchas por tu visita. Te corresponderé pronto. Un abrazo.