miércoles, diciembre 20, 2006

En las nubes - IV

4. Un número y poco más.


Cuando llegaron los enfermeros, mi mundo se derretía como un helado al sol. Todo lo que antes había sido un aliciente ahora era un negro foco de ansiedad. Cerré los ojos para hundirme en el mar de exclamaciones y preguntas, para no ver las caras de los curiosos que se paraban a observar el espectáculo. Una mano me sostuvo el brazo y me tomó el pulso, otra me abrió la boca y me introdujo algo frío y metálico, otra me subió un párpado y lo inundó de luz. Yo me dejaba hacer, fláccida como una muñeca de goma.

Abrí un ojo y busqué a Enea con la mirada. Le dije, no recuerdo en qué idioma, que por favor me llevara a morirme a las Termas de Caracalla, porque Shelley se había inspirado ahí para escribir “Prometeus Unbound”. No sé por qué, a los enfermeros les hizo muchísima gracia. Me volvieron a tomar el pulso, me auscultaron, y me dijeron que viviría, pero que comiera algo.

- Mangi, mangi cualquosa!

Y, del mismo modo que vinieron, se fueron. Los curiosos se repartieron las últimas dosis de codazos y también se fueron.

No sé muy bien por qué, pero aquella breve puesta en escena me curó del ataque de pánico y empecé a sentirme mejor. Aún temblando, me levanté y les acompañé en silencio hasta una cafetería donde a duras penas comí un trozo de sándwich. Renata no dijo nada durante el rato que estuvo mirándome intentar tragar. Enea parecía preocupado. Yo no tenía muchas ganas de hablar. No me llevarían a morirme a las Termas. Y tal vez, con un poco de suerte, ni siquiera me moriría. Comimos en silencio.

El resto del tiempo pasó despacio, tal vez por la sensación de que alguien me había tapado los oídos con algodón y me habían freído el cerebro a la parrilla. Tampoco lo entendieron cuando se lo intenté explicar a base de dibujitos en una servilleta. Mi padre, gran dibujante, siempre se había entendido así cuando no podía expresarse en el mismo idioma, y yo había agotado mis recursos mentales. Mediante pequeñas viñetas, les fui contando mis sensaciones como si pudieran comprenderme. Sólo Enea alcanzó a entenderlo. Le sonreí tímidamente mientras me acompañaban a la terminal de pasajeros, y le prometí escribir. Renata me dio dos palmaditas en los hombros. Y yo sólo quería escapar cuanto antes, esparciendo polvos de amnesia a mi alrededor para que no me recordasen como “la chica del gran flipe” (¿il grandissimo flipe?) y tuvieran un poco de esperanza por mi futuro como personaje cabal y ciudadana de a pie.

Tardé años en recuperar el contacto con mis amigos italianos. Durante mucho tiempo pensé que no podrían olvidar mi mirada ojiplática y mi palabrería inconexa, y me sentí un poco cohibida. Pero eso no lo sabíamos aún, así que les di un beso agradecido (también a Renata) y me perdí entre la cola. Cuando dejé la maleta en el detector de metales me temblaba tanto el pulso que estuve segura de que me retendrían. Me sentía un poco como el protagonista de “Midnight Express”, delatado por una gotita de sudor involuntario. Pero aguanté el tirón.

Al fin y al cabo, me iba a Atenas. Y aunque ahora parecía casi absurdo, el viaje había comenzado y no lo iba a abandonar. No, esta vez no. Llegaría a mi destino fuera lo que fuera que me esperaba unos miles de kilómetros más al este.

¿Alguna vez os habéis sentido tan infinitamente tristes que la tristeza produce un placer casi morboso? Me mecí al compás de mi melancolía mientras esperaba al segundo avión del día. Me perdí de nuevo por las calles de Londres con David Copperfield, esta vez silenciosa y tranquilamente. Daba todo un poco igual; la había liado hasta tal punto que sólo cabía seguir el plan y evitar tomar todo tipo de decisiones. Me envolví en la ataraxia y decidí que “ya se vería”.

Pero...¿Qué se vería?

El avión despegó al atardecer. A mitad del vuelo apoyé la frente contra la ventanilla y sólo acerté a ver la silueta ámbar de las nubes bañadas en los débiles rayos del sol que se desvanecía para dar paso a una noche incierta. Me froté los ojos, intenté razonar. Desperté.

Yiannis.

Hacía seis meses que no sabía nada de él. Lo único que tenía era su número de teléfono (de hacía seis meses) y poco más. Sabía que vivía en el centro de Atenas, pero... ¿Atenas tiene centro? ¿Qué forma tiene Atenas? ¿Es circular, cuadrada, oblonga? Cerraba los ojos, intentaba imaginar y sólo acertaba a ver sacerdotes ortodoxos mesándose las barbas, camareros morenos limpiándose las manos en sus delantales blancos, y muchas columnas tiradas por el suelo. Y, claro, a Anthony Quinn. Ningunas de esas imágenes incluían a Yiannis. Abrí la revista del avión y sólo conseguí dos datos, según una reseña sobre ciudades europeas: que la Plaka es el mejor sitio para comer dolmades y que las Cariátides de la Acrópolis son falsas.

Estupendo.

Mi billete de vuelta era para dos semanas después.

Hice recuento mental: tenía presupuesto para dos semanas, pero sólo si no tenía que pagar el alojamiento. En este último caso, tendría presupuesto para dos semanas de ayuno y abstinencia en el sitio más barato que pudiera encontrar. Pero el el avión aterrizaría sobre las doce de la noche...

El número de teléfono de Yiannis parecía ser mi única esperanza de dormir en una cama esa noche.




Nota: pido disculpas por la demora. Este último capítulo se ha hecho esperar... si alguien conoce una fórmula legal para deshacerse del estrés cotidiano y tener tiempo llano y vacío para escribir, ruego lo indique. Y aunque no sea legal, qué más da. Es más, si alguien tiene alguna proposición muy indecente que incluya tiempo llano y vacío para escribir, también me interesa.

Nota 2: Mi amigo Mariano Cruz ha comenzado una serie de entrevistas a "blogueros". Promete ser interesante, sobre todo porque la primera entrevistada es otra gran amiga y porque la próxima me temo que seré yo.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida ALICIA (ya ves me he aprendido el nombre a la primera, y si, parece un nombre bonito que no pega a una canalla como tu...pero esperemos acontecimientos), la fórmula para deshacerse del stress es fácil y sencilla, simplemente es no deshacerse de él, es disfrutarlo, agotarte con los nervios de punta y cuantos más (nervios) mejor, es la segunda forma que conozco de liberar endorfinas a manta, ya sabes lo que colocan las endorfinas, no hace falta decirte nada más. Y como siempre ocurre con las cosas que gustan , que nos ponen y que necesitamos imperiosamente, se acaban en un santiamen, vamos que tal y como han venido se van, rápidamente.

La segunda cosa que reclamas es ya más difícil pero en nigún caso imposible. El truco es hacer o decir algo sumamente desagradable a alguien, algo que le deje hecho polvo, cualquier cosa que le desarme y le hunda en la más horrible e ignota desesperación (el insulto es poco original, zafio y de mal gusto), debe ser algo con ingénio, original, lapidario, escúeto, mordaz, algo en definitiva que no de lugar a segundas partes (ya me entiendes).
La cosa está en que tu, al hacerlo y ser protagonista de esa maldad, en el fondo, si, muy en el fondo, algo dentro de ti te remuerde (mejor que llegue al arrepentimiento)por lo que no queda más remedio que parar toda actividad que se esté haciendo ...y ¡zas! es en ese momento en el que el papel y el lapíz te llaman como el calor a las llamas, como el viento al polvo dentro del ojo, como la oveja al lobo, como la umbría al bosque, como el deseo a la ilegalidad...
Solo queda plasmar esas obras cumbres de la literatura que están en tu cabezita queriendo salir y tu no las dejas por ser tan egoista y tan canalla como eres.

y nada más, que tengas una buena noche, duermas como una angelita y puedas tener la oportunidad de pasar a través de ese espejo que siempre has querido hacer, mi querida Alicia.

Anónimo dijo...

Coda, recoda y contracoda (al comentario anterior o previo):
Estoy buscando como loco tu correo-e (vulgo; e-milio, no sé por qué)para pedirte disculpas por el susodicho comentario, perdón (otra vez) me dejé llevar por mi apasionamiento deleznable ya que semejantes burradas no suelo decirlas y menos a las desconocidas. Te lo uro no sé que viento o jamacuco díome para poner tamaña burrada. Aunque no sé si guardarte algo de rencor por no poner en lugar visible tu correo para no tener que ponerme en evidencia con esta confesión pública. En fin, lo dicho, que perdón, no volverá a ocurrir (no por lo menos hasta que se me quite toda esta verguenza que me paralizan los dedos).Podría seguir arrastrandome por el barro de la ignomínia pero lo dejo para cuando encuentre tu correo.

Ah! por cierto, tiene usted una amiga que es su alter ego, me refiero a la Sta.Liddell, apellido putativo de Alicia tras el espejo. ¿usted cree que ese famoso matemático ingles fue un pederasta?

Otra cosa, y esta , lo juro, la última (para muuuucho tiempo). El hecho de ser "canalla" no es algo que esté en nuestras manos, me refiero a que sea una actitud o algo así, es una determinada forma que tiene la vida de tratarnos. Ale ya, gracias por su aguante hacia mi.

anilibis dijo...

jody:
mi correo lo puedes encontrar en mi perfil, como suele ser común. De todos modos te lo repito: zepolaicila@hotmail.com

En cuanto al tema de la canallez, los despropósitos y la pederastia, ¿aquí cuándo se habla de mi libro? (jejeje).

Es broma. No te preocupes, Jody. Expláyate, que para eso estamos.

Alicia Liddell dijo...

Las risas se tornan lágrimas e incertidumbre ante el futuro próximo. ¡Ay, señorita Anilibis, cuan presto se va el placer, como después de acordado da dolor (de cabeza, sobre todo)

Estoy segura que sabrá sobrevivir, pero me gustaría saber cómo.

A Jody, ¿pero cómo puede usted especular que yo sea el alter ego de Anilibis? Yo soy una señora respetable, seria y aburrida, no una tarambana irresponsable, eso sí, simpatiquísima y últimamente estresada.

pazzos dijo...

Sólo falta que viajaras a Atenas con Air Madrid para terminar de convertir tu pesadilla en paranoia.

"¿Alguna vez os habéis sentido tan infinitamente tristes que la tristeza produce un placer casi morboso?"

En cada post cuelas, como quien no quiere la cosa, cada frasecita...

Mariano Cruz dijo...

Cómo me divierto leyéndote!!!!!

Clarice Baricco dijo...

Cuánto daría que el avión se desviara y volara cielo mexicano.
Tendrías muchas ventajas: el mismo idioma, la comida deliciosa, una cama cálida, exceso de café, cultura y arte a los ojos y muchos etcs.
Precio? gratis!
A cambio de qué? de divertirme y unirme a la aventura.
Ahhh y esas frases que escribes son geniales. Para colección.

PD1. Tienes mascota o alguien cercano, desde una hormiga hasta un elefante? Es una opción para que ellos escriban....jajajaja.
PD2. Ya ves que Movie lo hizo. Yo estoy agotada. Descanso no'más y leo.

Besos preciosa.

Hoy y siempre lo mejor!!!

Francisco Ortiz dijo...

Conjugas tristeza y humor en tu texto, apenas separados por dos párrafos de distancia, y eso tiene muchísimo mérito.

VANESOLO dijo...

Si, algunas veces me he sentido tan infinitamente triste que me ha producido un placer morboso. Incluso lo he avivado conscientemente (sin ir más lejos ayer). Es lo que tiene haber nacido viciosa.

Estoy deseando saber cómo te las apañarás...¡Ya estoy enganchada!

Anónimo dijo...

Mas que narrar las escenas con que su pluma nos regala, querida Anilibis, usted las cierra y las abre en renglones y parrafos encadenados... Hace que podamos aspirarlas y exhalar, como si con eso, lograsemos nutrirlas de la vida propia que quiso infundirles. Las dota de pulmones. Convirtiendolas en escenas que se hacen organicas y respiran por si mismas...

¡Eso! fijese lo que le digo:

Es usted una jodida -en el conspicuo sentido de la palabra- Escritora Organica.

Gracias, y acepteme a cuenta, mis deseos de Paz, Salud e Imaginacion, para esta Noche Buena, y todas las que han de venir.

Heriberto dijo...

Me tenes enganchado a tu prosa anzuelo.
Me identifico con esa sensacion de lo morbosamente triste.
Espero el resto dela historia.
Saludos.

Anónimo dijo...

Tras tantos y variados infortunios, no sería de extrañar que la suerte cambiase y se encontrara nuestra protagonista los brazos de la Venus de Milo bajo la cama de Yiannis, que se los regala como prueba de amor eterno...

Anónimo dijo...

Alicia:
Usted sin duda es respetable y seria, pero no aburrida. No intente engañarnos con triquiñuelas acerca de su verdadera persona, que seguro que más de una anécdota tendrá que contar y se guarda en su cajita de Pandora. Un saludo.

Pazzos:
Air Madrid aún no existía por entonces, pero de haber existido, ten por seguro que habría volado con ellos. Saludos.

Mariano:
Encantada de proporcionarte divertimento. Un beso, salao.

Equilibrium:
Por supuesto que continuará, y aunque no ocurrirá algo así te aseguro que se avecinan aventuras y desventuras no menos interesantes. Creo. Un saludo.

Clarice:
¡Gracias!! Cuando vuelva a proponerme un viaje intentaré desviarme hacia tu tierra, no dudo que será como dices e incluso mejor. Lo mismo digo; si te da por echar rumbo al este, aquí también tendrás una guía.

Tengo una gata, pero es fiel a su talante felino y pasa de mí olímpicamente. Y no creas, estoy segura de que escribiría infinitamente mejor que yo. Pero se resiste la conenada. Qué le vamos a hacer. Besos.

Lobo:
Yo no pretendo hacerme esperar; de hecho, ya llego siempre tarde a todos sitios contra mi voluntad. Pero hago lo que puedo. Un beso.

Francisco:
Como decía mi padre, "el sentido del humor es lo único que nos salva en esta vida de morirse de asco". Yo soy partidaria de verle el lado risible a todo. ¿No crees que es mejor así?

Gracias por tus palabras y un abrazo.

Vanesolo:
Espero que no fuera demasiado triste el experimento. A veces viene bien desahogarse, pero si ahogarse, ya sabes. Muchas gracias, hay más por venir. Un abrazo.

Don Tritácora:
Señoría, es la primera vez que me dicen tal cosa. Fíjese que ni siquiera había caído. Pues muchas gracias por su perspicacia y sus buenas palabras, que siempre son un antídoto contra la pereza y las ganas de dejarlo para otro día; y aunque lo haga, lo hago más deprisa.

besos.

Heriberto:
"prosa-anzuelo". Te imagino como un pececillo intentando desengancharse y boqueando nervioso. Suerte tienes que no me gusta el pescado. Muchas gracias por tus palabras. Un abrazo.

Don Augusto:
Quién sabe, en un lugar como éste puede ocurrir cualquier cosa. E insisto: cualquier cosa. Veamos por dónde tira la Fortuna.

Besos a vuecencia.

Miguel Sanfeliu dijo...

Hola, estuve fuera y llego un poco tarde. Pero ya sabes que nunca es tarde si la dicha... bueno, es igual.
Vamos a Atenas.
Tu texto es muy interesante. Suena divertido, pero nostálgico a la vez. La protagonista mirando a través de la ventanilla del avión... Y frases que anticipan cosas que quedan fuera de la historia pero que ayudan a darle cuerpo, como "Tardé años en recuperar el contacto con mis amigos italianos". O esa otra dirigida a la audiencia: "¿Alguna vez os habéis sentido tan infinitamente tristes que la tristeza produce un placer casi morboso?"

Estoy ansioso por leer tu entrevista.

Respecto al stress y los bloqueos, sólo puedo decir que los cura el tiempo y el no pensar en ellos.

Un abrazo.

anilibis dijo...

Miguel:

Gracias por tus recomendaciones. Ando aún de vacaciones, y de momento parece que el estrés ha menguado un poco. Estoy durmiendo cual marmota. De hecho, creo que le estoy dando un nuevo significado al verbo "dormir". Llegaré con pilas recargadas.

Abrazos.