viernes, septiembre 15, 2006

No time for philosophy (III)

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Me quedé un buen rato de pie en el salón, con los brazos a la espalda, inmóvil, observándole. Me mordí los labios. Cuando me llevo los brazos a la espalda y me muerdo los labios es señal de que hago esfuerzos por pensar, y en ese momento toda mi cabeza era una gran máquina de conectar ideas.

Eso me salvó de no entrar en pánico y tirar el cuerpo famélico y vencido de Emmanuel por el balcón.

Me serví el resto del whiskey, que afortunadamente era poco, lo apuré de un trago y recogí todos los vasos de la mesa. Luego, tapé al chico con una manta, cogí el teléfono inalámbrico, salí y cerré la puerta.

Llamar a Cris para bombardearla con amenazas hubiera sido inútil. Lo peor era que ni siquiera sabía dónde vivía, ni tampoco el infame marqués. Necesitaba un Plan B. Así que respiré hondo y llamé a Raúl.

La mitad de mis amigos son seres surrealistas y excéntricos. La otra mitad piensan lo mismo de mí. Raúl y Cris pertenecían a esa primera mitad y nada mejor que un clavo para sacar a otro.

Raúl era un director de cine maldito, encantador y decadente. Tras dieciséis años de choques y encontronazos habíamos llegado a un lugar común: nos queríamos mucho y a la vez nos temíamos, porque yo no era capaz de decirle “no” y él era incapaz de dejar de meterme en líos. Tal vez era el momento de cambiar el orden de las cosas. Tal vez era el momento de asumir mi propia responsabilidad en el caos y dejar que el mismo caos viniera al rescate.

Me cogió el teléfono a la tercera.

- Raúl, tengo a un chapero rumano de veinte años durmiendo en mi sofá. Está borracho y lleva una camisa ajustada de rejilla.
- ¡Pero eso es fantástico!
- Raúl, en serio, no sé qué hacer con él. Me lo han dejado aquí.
- ¿Y quieres presentármelo?
- No, quiero que me des una idea.
- A estas alturas, ¿necesitas ideas?
- Raúl...
- Tranquila, mujer, en una hora estoy ahí.

Volví al salón y me senté en un sillón.

Al cabo de unos diez minutos, Emmanuel se despertó. Me sonrió.

- ¿Dóndeh Cris?
- No sé. A su casa. Home.
- Oh. Hum.
- Coffee?
- Síh.

Le puse un café y le preparé un sándwich mixto, que se comió rápidamente. Después se recostó en el sofá y me dirigió una sonrisa pelín amarillenta:

- Quiere sex?
- No, gracias; no, thank you.
- Ok.

Nos volvimos a sonreír. Algo me decía que no iba a violarme, ni robarme, ni siquiera descuartizarme. Decidí entablar una conversación medianamente social:

- Yo, me, Madrid. ¿Tú?
- Sighisoara.
- Sighi...
- Sighisoara.
- Ah...
- ¿Te gusta Madrid? You like Madrid?
- Síh.
- ¿Y por qué has venido a Madrid?
- What?
- Why did you come to Madrid?
- Money. Dinerro. Sex. Dinerro. Trabajo.
- ¿Y te gusta tu trabajo? You like your work?
- No. Pero yo decir mentirra. Yo decir shí.
- Claro. Para sobrevivir tienes que mentir.
- Sobrevivirr?
- Survive.
- Síh.La mentirra es un talento. Decir Cioran.
- ¿Emile Cioran? ¿El filósofo?
- Filosofoh. Yo gusto.
- Ah, a mí también. I like Cioran, too.
- Pero, en Rumania, no tiempo. No time for philosophy.
- Me imagino, Emmanuel, me imagino.
- También gusto Spinoza.
- ¿De verdad?
- Sih. Pero no time.
- Tienes toda la razón.

Salimos al balcón a tomar los últimos rayos del atardecer y, tal vez conmovido por la visión de la calle Alcalá extendiéndose como una serpiente de luces hasta el fin del horizonte, Emmanuel se agarró al borde de la barandilla, miró hacia abajo y vomitó lentamente durante un par de minutos.

Le acompañé al cuarto de baño para que se diera una ducha.

En ese momento llamaron a la puerta. Era Raúl. Llevaba su famosa trenza rubia especialmente ajustada y un traje negro. Sonrió como el gato de Cheshire y entró.Venía acompañado de un hombre negro, alto, enfundado en un elegante traje de lino blanco y apuntalando el aire con un bastón remachado de plata.

- Mira, este es Thomas. Tiene una tienda de santería pero también lleva un after-hours. Necesitan go-gós

Miré a Thomas sin sorprenderme lo más mínimo.
- Hola, Thomas.
- Y un mayordomo, también, querida – fue su respuesta.
- Pasad. Está en la ducha, poniéndose a tono para la ocasión.
- Raúl me guiñó el ojo y se dirigió al salón. Thomas le siguió, contorneándose elegantemente como una hermosa serpiente cascabel.

8 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...
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Miguel Sanfeliu dijo...

Lo conseguiste del todo. Me atrapó la historia. Por momentos, tiene cierto aire a película de Almodóvar (el de "Mujeres al borde de un ataque de nervios"), comedia de enredo, personajes excéntricos, situación demencial. Y la frase que explica el titulo, en el momento justo. Nos faltaba el tipo del bastón, estirado en plan aristócrata, ¿qué se le ocurrirá a ése?
No tardes con la continuación.
Un saludo.

(el comentario anterior lo suprimí porque me di cuenta de que me había comido una palabra)

Laura Diaz dijo...

Me tienes "enganchada"...

Saludos

Alicia Liddell dijo...

Thomas es la guinda!!!

Pobre criatura, un aprendiz de filósofo rodeado de buitres. Es digno de conmiseración. Pero (lo reconozco) todavía no siento deseos de salvarlo.

anilibis dijo...

Chicos, gracias por vuestros comentarios. Creo que se va a liar, como es de esperar, y el vodevil acabará en....

¿quién sabe?

Besos

beren dijo...

Me he enganchado a la historia.

Francisco Ortiz dijo...

Muy interesante, muy personal manera de contar. El personaje amante de la filosofía parece absolutamente real, la conversación es muy original también.

anilibis dijo...

Beren: el enganche es malo... pero me alegro de que te esté al menos entreteniendo. Un saludo.

Francisco ortiz: Gracias. Me alegra que lo consideres real, yo a veces me he preguntado, escribiéndolo, "¿de verdad cuela?" Pero parece que sí. Tal vez fue real, quién sabe...