sábado, noviembre 19, 2005

Bon soir, mon cher père


Esto me contaba:

Una mañana se levantó y su hermano Ildefonso le recordó que tenían su reunión anual con los compañeros de la División Azul. Él nunca había estado en la División Azul, porque la guerra le pilló con trece años. Pero aún así se le requería, como apoyo moral, como hermano e hijo de militares.

“Volverán a sonar banderas gloriosas, y el nombre de nuestra patria quedará marcado a fuego en la historia del mundo”, le recordaban mientras su hermana le planchaba el traje negro.

Sólo recordaba, de aquella época infernal, el sabor del chocolate que le robaban a los soldados italianos. O los juegos en el patio de la casa corrala de Valladolid con máscaras antigas rescatadas de algún socavón.

“Nos las poníamos Valentín y yo y matábamos culebras a hachazos. Y luego corríamos por los balcones emulando a los francotiradores, con tirachinas.”

La División Azul.

Siempre llevaban gafas oscuras a las reuniones. Y se alojaban en el Cuartel General del Ejército de Madrid.

“Todo olía a alcanfor y a puros habanos”.

Luego, un café con anís en el Chicote y una visita a las meretrices.

Se acicaló el cuello, se repeinó, se puso el traje negro y se subió a la moto.

Y desayunó en París.

Esta foto se la hizo un vendedor de periódicos que se llamaba Etienne. El azul se lo puse yo; que me perdone por esos calcetines.

Cada vez que visito su tumba, le saludo de la misma forma:

- Bon soir, mon cher père.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

:(

/me se acerca a Sibi.

Anónimo dijo...

Como se entere de que lo estás colgando del internet se levanta y te degolla. Pero eso sí, con cariño.

Un beso, primita.

anilibis dijo...

Oye, Mónica, que igual no, que igual me degüella.

(pégame, anda)