sábado, noviembre 19, 2005

Kowagashi-san


Kowagashi-san se duerme en todas las reuniones.

Kowagashi-san es un joven ejecutivo de Kyoto con suaves rasgos juveniles. Tiene el pelo arremolinado sobre la cabeza. Siempre lleva un ajustado traje negro y camisa blanca. Y una corbata negra, anudada con rigidez.

Kowagashi-san nunca sonríe. Sólo lo ha hecho una vez, y nadie más que yo le ha visto. Le pregunté sobre el significado de un kanji de plata que suelo llevar al cuello, y que significa “cielo”:

- ¿Es el cielo físico o el metafísico?
- El cielo, el cielo es el cielo. No existe otra cosa porque es. El cielo es.
- Es.
- “El cielo es ser uno con Dios”. Confucio.
- ¿Tú crees en dios?
- No. Confucio era chino. Yo no.
- ¿Entonces qué cielo es este?
- Es el cielo. No existe otra cosa. Es lo que hay y lo que es. Como cuando cierras los ojos, sólo ves lo que es.
- ¿Entonces cómo sabes qué es?
- Porque es.
- Kowagashi-san, ¿has dormido hoy?
- No.

Y entonces sonrió. De oreja a oreja, con pequeños ataques entrecortados de hilaridad. Con espasmitos.

Y una sombra cruzó su cara.

- Buenos días.
- Buenos días, Kowagashi-san.

Entró en la reunión y se sentó. A través de la cristalera le vi ordenar un taco de folios, preparar el bolígrafo, humedecerse los labios, ponerse delicadamente unas gafas de pasta, sacar un informe de una impoluta carpeta azul, colocarlo milimétricamente paralelo al taco de folios, ajustarse el nudo de la corbata, cerrar los ojos y dormir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo tuve un encuentro así de zen una vez. Me encontré con un chino en el Retiro que me dijo que los leones del zoo están programados para detectar terroristas.