martes, octubre 24, 2006

Al oeste de todo - VIII




















8. James


Llegamos al KGB Bar en taxi. De vuelta al Village y a los aledaños del Bowery. Ni una palabra sobre la esquina donde yacía el recuerdo de Marvin.

Seguí a Sarah por unas escaleras en semioscuridad. Arriba, sentado sobre un taburete, un negro enorme me escudriñó unos segundos.

- Hola, Tommy. Esta es una amiga.
- Pasad.

El bar tenía las paredes pintadas de rojo y unos cuantos pósters retro con imágenes de Marx y Lenin, y acérrimos partisanos cargando sus hoces con el sol en la cara.

- ¿Esto es legal? – pregunté con una sonrisa ladeada.
- Qué dices, es lo más. Es casi exótico. Y a veces hasta dejan fumar.

Al fondo del bar varias manos se alzaron en saludo. Seguí a Sarah hacia la mesa.

- Aquí tenéis a mi inquilina favorita. Estos son James, Wilkie, Alan, Leslie y Melanie.

En cuestión de minutos tenía delante un gin-tonic y ya me habían explicado lo que había que saber sobre cada uno: James, nacido en el Bronx y de ascendencia portorriqueña, trabajaba en una fundación literaria; Wilkie era inglés de padres coreanos, y estudiaba en el Actor’s Studio con una beca; Alan, canadiense, compartía piso con Wilkie y estudiaba Bellas Artes. Leslie y Melanie escribían en un periódico y eran lesbianas irlandesas. De alguna manera extraña, yo encajaba en esa amalgama.

Desde el primer momento, incluso desde antes de esa informativa introducción, ya sabía que James me había elegido como presa. Se sentó a mi lado y me mantuvo provista de gin-tonics mientras repasábamos la política internacional. Nunca me había imaginado que nadie pudiera hablar del 11-M en Madrid y flirtear a la vez, pero el detalle me resultó de una canallez encantadora. Le ataqué con unos cuantos clichés.

- El problema es que aquí vivís el imperio del miedo. Y eso os lleva a la perdición.
- Ajá. Michael Moore también traspasa fronteras. Y dime, ¿Tú crees que hay motivos?
- Dímelo tú.
- Yo no te tengo miedo a ti.
- No hablaba de mi.
- ¿Existe otro tema mejor?

De cuando en cuando los fumadores bajábamos a la calle a fomentar nuestro vicio. James y Alan solían acompañarme en cada ocasión, y este último – más preocupado por beneficiarse a Sarah que por otra cosa – observaba divertido y silencioso nuestra diatriba.

- Es absurdo Sólo se puede fumar fuera y beber dentro – me quejé.
- En mi casa se pueden hacer ambas cosas.
- Y seguro que está aquí, a la vuelta de la esquina.
- Has adivinado. ¿Tienes tu cepillo de dientes?
- Está en casa de Sarah.
- Entonces que vaya Alan a buscarlo y ya te lo traerá por la mañana.

Más risas. Yo consumía gin-tonics y Marlboro Lights uno tras otro, me dejaba llevar y me impermeabilizaba. Fluye, fluye, deja que se lave todo en un mar de testosterona. James era todo testosterona y humor afilado en un apetecible empaquetado multirracial. Yo le miraba, y él fingía azorarse. Se atusaba su jersey gris de Yale y empuñaba la lanza de su lengua viperina lo justo para no ser demasiado insolente.

A las dos de la mañana, en un bar country dos bloques más abajo, Sarah me dio un codazo. Los ojos le brillaban por la mezcla de ron con medicinas.

- No te cortes. Si quieres nos vemos por la mañana.
- No seas tonta.

Miró en dirección a Alan, y se acercó a mi oído.

- Espera a que me haya ido, porque igual me voy con éste. Tú hazte la loca, como que no te enteras.
- Soy experta en no enterarme.
- Pues practica.
- Estás borracha.
- Dejemos el tema.

Así que practiqué. La impermeabilidad. El túnel. Expiemos nuestros pecados en la clandestinidad de la noche. Sarah empezó a fingir mareos. Alan se ofreció a llevarla hasta Brooklyn.

- Tú quédate – me dijo – no vayas a estropear tu primera noche de juerga en Nueva York por una mocosa, ya la cuido yo.
- Sois libres. Somos todos libres.
- Los americanos tienen demasiada libertad, recuérdalo.
- Y los canadienses siempre estaréis a la merced de su albedrío.
- Estás borracha. Me voy.

Las lesbianas irlandesas y el actor coreano-inglés estuvieron de acuerdo en que sería lo mejor.

James se atusó el jersey de Yale.

Decidí observar su técnica pasivamente.

Ligereza, impermeabilidad. A las tres de la mañana yo ya me limitaba a mecer la cabeza al ritmo de Kenny Rogers.

You got to know when to hold ’em, know when to fold ’em,
Know when to walk away and know when to run.
You never count your money when you’re sittin’ at the table.
There’ll be time enough for countin’ when the dealin’s done.
(1)

Sin mediar más palabras James se levantó, me miró fijamente y anunció que se iba a casa. Me besó en la mejilla y me dejó ahí, con los otros tres.

Les miré. Wilkie jugueteaba con la pajita de su bebida; Leslie y Melanie se besaban.

Miré hacia la puerta.

Now ev’ry gambler knows that the secret to survivin’
Is knowin’ what to throw away and knowing what to keep.
’cause ev’ry hand’s a winner and ev’ry hand’s a loser,
And the best that you can hope for is to die in your sleep.
(2)

Me levanté y salí corriendo hacia la puerta.

James estaba ahí, apoyado contra la pared, encendiendo un Chesterfield con una caja de cerillas roja del KGB.

- ¿Tienes fuego? – le pregunté.

Tiró el cigarrillo a la acera, y en el mismo ademán me agarró por la cintura con el brazo derecho y con el izquierdo por la nuca. Nos fundimos con la pared en el morreo más desenfrenado y desvergonzado que recuerdo haber protagonizado nunca.

Acompañé el viaje descarado de sus manos por debajo de mi abrigo con las mías, sintiendo cada bulto y cada fibra tensada hasta que sólo restaba desnudarse. Cogiendo aliento, corrimos de la mano a su casa tres manzanas más abajo.

Cuando apareció el sol, horas más tarde, caímos rendidos.


N. de T.:

[1] Deberás saber cuándo quedártelas, cuándo guardártelas
cuándo marcharte y cuándo correr.
Nunca cuentes tu dinero mientras estés sentado a la mesa.
Ya llegará el momento cuando se haga el reparto.


[1] Todo jugador sabe que el secreto para sobrevivir
es saber qué tirar y con qué quedarse.
Porque toda mano es ganadora y toda mano es perdedora,Y lo mejor que puedes desear es morir mientras duermes.

Foto: KGB Bar, NY.

6 comentarios:

Alicia Liddell dijo...

Jajajajaja. Me ha encantado. Verá, hay un tugurio más o menos entre la Primera y la Uno donde un pianista toca grandes éxitos de Broadway a petición del respetable que canta como si estuviera en el escenario.

Una noche, tras la cena en un coreano, allá que nos fuimos. Era un público variopinto: judíos con el gorrito ese que no recuerdo como se llama (incluso con tirabuzones) y otros seres exóticos cantaban desde Oklahoma a Cats, pasando por Los Miserables. Yo pedí Annie, que era la única que me sabía.

Una mujer empezó a cortejarme ante el estupor de uno de mis amigos (gay) que se puso encantadoramente protector.

beren dijo...

Bueno, pues ya me he puesto al día:
Lo primero, gracias por este viaje que me has prestado, en unos días de convalecencia en medio de las vacaciones, debido a los excesos. Te dejo algunas notas, en plan pesado:
1 Si el anterior relato me gustó especialmente por los diálogos, éste me descubre en ti una narradora excepcional. Qué difícil es encontrar quien cuente una historia tan bien.
2 Me ha encantado la conciencia de los personajes (sobre todo en los primeros capítulos) de ser "personajes".
3 Estos viajes tienen sentido cuando los hace uno solo, pero si alguna vez tienes la necesidad de hacer uno acompañada y todos tus posibles compañeros están dedicados a otros menesteres, por favor, cuente conmigo.

Alicia Liddell dijo...

Eso me pasa por ser tímida y no proponerlo primero. Cachis ...

Miguel Sanfeliu dijo...

Anilibis, cada texto que nos enseñas nos muestra una faceta sobre tu forma de escribir y deja claro tu calidad literaria. Esta historia me gusta, la leo con interés y consigues que me encuentre en el centro de ese ambiente cargado de humo, de personajes con historias que contar, de vidas rotas, de música jazz, de hoteles desvencijados y callejones que no sabemos si tendrán o no salida.
El personaje central siempre eres tú, rodeada de seres de vuelta de todo.
Creo que es hora de pensar en reunir tus historias en un libro y comenzar a bombardear los buzones de las editoriales.
Espero el final de este peregrinaje.
Un afectuoso saludo.

anilibis dijo...

Alicia liddell:
Esas cosas suelen ocurrir. No visité ese sitio pero mira, lo tendré en mente para otra ocasión... que espero no sea muy lejana.

Beren:
1) Muchas gracias. Creo que lo importante no es cómo se cuenta sino cómo se deja contar la historia. En realidad está más viva que el propio autor...
2) Esta parte no la he entendido del todo... ¿la conciencia de ser personajes?
3)Cuento contigo, claro que sí, y con Alicia Liddell también, que parece otra ávida viajera y también se presta.

Miguel:
Gracias por tus palabras. Me halaga que consideres esto "publicable". No dudes que estoy ya empezando a pensarlo, pero quiero entrenarme más, generar más "niños". El problema es que soy muy autocrítica y siempre acabo echándome atrás... de hecho este blog lo creé en su día para aliviarme del miedo escénico. Gracias de nuevo por darme alientos para seguir.

Francisco Ortiz dijo...

Con qué facilidad creas personajes con tres datos y con qué facilidad se hacen entrañables sobre la marcha. Un saludo.